QUE NO SE LES OLVIDE

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Por Eivert Caridad Fernández

“Y les mandó Moisés, diciendo: Al fin de cada siete años, en el año de la remisión, en la fiesta de los tabernáculos, cuando viniere todo Israel a presentarse delante de Jehová tu Dios en el lugar que él escogiere, leerás esta ley delante de todo Israel a oídos de ellos. Harás congregar al pueblo, varones y mujeres y niños, y tus extranjeros que estuvieren en tus ciudades, para que oigan y aprendan, y teman a Jehová vuestro Dios, y cuiden de cumplir todas las palabras de esta ley;  y los hijos de ellos que no supieron, oigan, y aprendan a temer a Jehová vuestro Dios todos los días que viviereis sobre la tierra adonde vais, pasando el Jordán, para tomar posesión de ella”

Deuteronomio 31:10-13.

Es posible que tú que me lees tengas por lo menos una versión de la Biblia. En mi caso yo tengo varias Biblias de diferentes traducciones, además de los recursos que puedo conseguir en internet.

Gracias a Dios hoy en día en nuestro país podemos tener la libertad  de tener por lo menos una copia de una traducción de la Biblia, aunado a eso, contamos con un sinfín de recursos bíblicos tales como: predicaciones por audio y vídeo, conferencias por canales cristianos, softwares bíblicos, diccionarios, libros, comentarios, etc. etc.

Es probable que debido a la libertad que tenemos de adquirir la Palabra de Dios, nuestra actitud a la  hora de escuchar una porción de la Biblia sea desinteresada, es decir, no le prestamos atención, y es casi seguro que en cuestión de horas se nos haya olvidado lo que el predicador o maestro de turno nos enseñó.

Lo cierto es que antes no era así. El propósito detrás de Deuteronomio 31 es una lectura pública de la Torá con el fin de que los Israelitas oyeran, aprendieran y cumplieran todo el consejo de Dios. Todo se hacía con el fin de que los ciudadanos común y corriente pudieran poner por obra lo que Dios estaba diciendo.

Vale la pena ponernos en contexto y recordar que en la antigüedad, es decir, mucho antes de la imprenta, el hombre común y corriente no podía tener el privilegio de tener una copia de la Biblia en su casa. Para producir una copia de Las Escrituras una persona debía ser rico, o por lo menos tener muchos recursos.

Según Nehemías Gordon (judío caraíta, autor de varios libros) «una persona tenía que tener recursos suficientes como para matar un rebaño entero de ovejas para poder pagar el pergamino y al escriba que, aproximadamente durante un año, se dedicaría a realizar una copia exacta de la Torah».

Es por tal razón que según Deut 17:18 se le ordena al rey que busque la manera de tener en su poder una copia de la Torá, pues era necesario contar con una guía para saber gobernar basado en los principios espirituales y en las instrucciones divinas dadas por Dios a través de Su Palabra.

Tal lujo no era posible para un hebreo común y corriente, y en ese contexto es que se nos habla de que el pueblo sólo contaba con la oportunidad de escuchar la Torá cada séptimo año a través de la lectura pública de la misma, con el fin de que todos las escucharan con atención y pusieran por obra todo lo que Dios decía por medio de Su Palabra. La clave estaba en  OIR CON SUMA ATENCIÓN LA INSTRUCCIÓN DE DIOS, pues no era algo que se veía muy a menudo.

Cuando nosotros hoy día interpretamos la Escritura tenemos que ponernos en la situación en que se encontraban aquellos antiguos israelitas cuando oían la Torá en la lectura pública, y hacerlo con  una actitud de reverencia, con expectación y sobre todo, con la firme intención de hacer todo lo que Dios nos quiere enseñar.

Gracias a Dios nosotros no tenemos que pasar siete años para escuchar la Palabra de Dios, pero sí tenemos que cambiar nuestra actitud cuando se lee, se predica o se enseñe la Biblia. Debemos recordar TODO con el fin de aplicarlo a nuestras vidas.

Cuando escuches la Palabra recuerda: NO OLVIDAR NADA DE LO QUE DIOS TE QUIERE ENSEÑAR