¡ESCOGIDOS!

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Por: Eivert Caridad Fernández.

“Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios” 1 Juan 3:1.

Recientemente leí la siguiente historia que conmovió mucho mi corazón y me permitió comprender un poco más el amor que Dios ha tenido conmigo y con todos sus hijos.

“Había un niño a quien tomaban el pelo en el colegio por el hecho de ser adoptado. Sufrió pacientemente las burlas de sus compañeros durante un tiempo y, finalmente, se descolgó furioso con el siguiente argumento: “Podéis decir lo que queráis. Todo lo que  sé es que mis padres me escogieron. ¡Los vuestros no pudieron evitar teneros!” Por supuesto, tenía razón. Desde ese punto de vista la adopción no es una desgracia, sino un privilegio. En un mundo lleno de niños infelices e indeseados, el niño adoptado sabe  que no ha irrumpido como un intruso en la vida de su padre y de su madre. Ellos lo escogieron libremente y eligieron llamarle hijo suyo. Si esto es cierto de los que son adoptados por padres humanos, ¡Cuánto más lo es de los creyentes que han sido llamados hijos de Dios.” (1).

Sin duda alguna, una de las verdades bíblicas que más me llena de gozo es saber que Dios me escogió. La Biblia dice que lo hizo “desde antes de la fundación del mundo” (Efe 1:4), y por puro amor, de manera incondicional, pues, Dios no me eligió por el potencial que podía tener, ni por lo bueno que podría llegar a ser, ni por lo que le podía dar.

Me asombra saber que yo soy un insignificante pecador (Rom 3:23) que no tenía la más mínima intención de buscarlo, ya que la Biblia dice que “No hay quien busque a Dios” (Rom 3:11), y sin embargo, Dios me escogió para que fuera adoptado como su hijo.

Me alegra saber que Dios fue el que dio el primer paso para buscarme (Juan 6:44). El amor que hoy tengo por Dios es nada más que una retribución por el hecho de que Él me amó primero (1 Juan 4:19), ya que si no me hubiese amado primero, yo jamás le habría amado. Dios sabía que yo le odiaba, que no quería saber nada de Él, de Jesús y de la Biblia, y sin embargo Él fue firme en tomar la iniciativa para escogerme y amarme, y por tal motivo estoy totalmente agradecido.

Me emociona saber que su amor por mí sea ilimitado. Me alegra saber que el sacrificio de Jesús por mí fue perfecto, y que ni una sola gota de la sangre del Cordero de Dios cayó en el piso en vano, no sólo por mí, sino por todos aquellos que Dios escogió para salvación.

Me contenta saber que Dios siempre es el que por Su soberana voluntad ha elegido a los suyos, para hacer lo que Él quiera, como quiera, donde quiera y cuando el Él quiera. ¿Por qué digo esto? Por lo siguiente:

  • Dios escogió a una nación insignificante y pequeña como Israel para llevar a cabo el propósito de Dios sobre la tierra delante de las demás naciones.

“No por ser vosotros más que todos los pueblos os ha querido Jehová y os ha escogido, pues vosotros erais el más insignificante de todos los pueblos que están sobre la tierra.” Deut 7:4.

  • De entre todos los hijos de Israel, Dios escogió a los levitas para el sacerdocio.

“Porque le ha escogido Jehová tú Dios de todas tus tribus, para que esté para ministrar al nombre de Jehová, él y sus hijos para siempre.” Deut18:5.

  • Dios escogió a hombres para que fueran profetas para hablar por medio de ellos al pueblo.

“Antes que te formases en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifique y te di por profeta a las naciones.” Jeremías 1:7.

  • De hecho, Dios escogió y envió a Su único hijo a morir por la humanidad.

“He aquí mi siervo, al cual he escogido; Mi Amado, en el cual se agrada mi alma.” Mateo 12:18.

  • De igual forma, Jesús escogió a quienes serían sus apóstoles, los fue a buscar, les dio una misión y un llamado en particular.

“Y le dijo venid en pos de mí, y hare que seáis pescadores de hombres.” Marcos 1:17.

Entender la soberanía de Dios en relación a la doctrina de la elección es un misterio que no lo puedo comprender, pues, todavía no logro entender como Dios permitió que un día yo le conociera, sabiendo de antemano que no había nada bueno en mí.

Dios pensó en mí y en ti desde antes que naciéramos. No es casualidad que tú y yo estemos hoy en día peleando la buena batalla de la fe. Sin Jesús, hoy  estaríamos perdidos, deambulando por el mundo, hundido en la más densa oscuridad, pecando a diestra y a siniestra, pero gracias a Dios, que un día Jesús vino a nuestro encuentro, y así como Lidia (Hechos 16:14), Dios abrió nuestros corazones para que escucháramos Su Palabra, la cual nos cambió la vida por completo.

Culmino con las palabras del apóstol Pablo a los tesalonicenses:

“Mas nosotros debemos dar siempre gracias a Dios por vosotros, hermanos amados del Señor, de que Dios os haya escogido desde el principio para salvación, por la santificación del Espíritu y fe de la verdad”. 2 Tes 2:13.

¡Somos escogidos por Dios! Alégrate y comparte con otros de Su amor.

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(1) De la mente al Corazón. Dr. Ronald Clements. Publicaciones Andamio.